En esta sección, que lleva por título “un cadáver exquisito” en homenaje a un juego de creación colectiva que practicaban  los surrealistas, os invitamos a continuar la historia que nuestra compañera Julia nos envió antes de acabar su contrato temporal (Julia, esperamos que vuelvas al Reina Sofía muy pronto, ánimo con los exámenes). 

 

https://recursos.museoreinasofia.es/styles/large_landscape/public/Actividades/primer_modo_de_acercamiento_de_la_mariposa_a_la_vela_-_conventos.jpg.webp 

Fuente: Museo Reina Sofía 

 

Soy Ramón, guarda de seguridad y era mi segunda noche en el museo. 
Antes de comenzar mi ronda, saboreaba un pepito de ternera con una taza de café calentito, que me había traído en mi termo. 

La noche anterior, había sido muy tranquila, fui recorriendo las salas, llenas de cuadros, que no conocía, pero me parecieron una maravilla. Eran alrededor de las 22.45 cuando me tocaba hacer la ronda, tenía que dirigirme a la planta 0, pero esa noche mi compañero se puso malo y bajé solo. Oía ruidos, pero en un lugar tan grande, no era raro. 

Bajé muchas escaleras, entre los rellanos había unas bóvedas de ladrillo antiguas, me parecía un poco tétrico y mientras atravesaba el pasillo de la izquierda, vi a una monja sentada en el jardín, ¡Madre mía! ¿Pero qué hace ahí? "Por un momento pensé: ¡Han cerrado el museo  y le han dejado dentro!", seguro que estaba en el baño y no se han dado cuenta, pobre....

Me acerqué corriendo y llegué hasta donde ella estaba, le pregunté qué hacía en el museo y me dijo que llevaba mucho tiempo viviendo allí, desde que el edificio era un hospital. De repente, me recorrió un escalofrío por la espalda y  empecé a ponerme nervioso, me dijo que no era la única persona que vivía allí, pero que ella me protegería, cada instante que pasaba iba entrando en pánico, me quedé inmóvil, no me salían las palabras, quería preguntar y saber, pero estaba bloqueado. De repente oí una voz que me llamaba, comencé a gritar, ¡estoy aquí!, ¡estoy aquí!, era mi compañero que venía a buscarme  había intentado llamarme por radio, y tan  sólo oía interferencias.

En el mismo instante en que llegó a donde yo estaba, miré hacia la mujer vestida de monja, y había desaparecido, mis ojos se perdían buscándola pero no la volví a ver.

Cuando llegamos a la escalera, para subir a nuestro cuarto, mi compañero pisó algo, era un rosario, lo había visto antes, es de ella, lo llevaba entre sus manos.

Intenté contarle lo que me había pasado pero no me dejó, me dijo que todo el mundo hablaba de fantasmas pero que él nunca había visto ninguno, eran cuentos chinos. 

Me puse a bostezar, y me di cuenta que todo había sido un sueño, que alivio me entró. Terminé mi turno, me dirigí al Metro para volver a casa y cuando estaba sacando la tarjeta de transporte de mi mochila, note que había algo raro en el bolsillo, saqué la mano y miré horrorizado, tenía el rosario de la monja,  enredado en mi mano.

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