La sala y yo: Paseo de difuntos
Este primer número de la gaceta ha coincidido con una fecha algo especial, el día 1 de noviembre o la festividad de todos los santos, que va unida en nuestra cultura con el día 2 de noviembre o de los difuntos. El 1 se conmemora y celebra la vida eterna de los santos y de todos los muertos que ya están en presencia de Dios. El día siguiente, el 2 de noviembre se reza por las almas de los muertos que aún no han llegado a Dios y necesitan de nuestras oraciones para alcanzar el cielo, merodean por el purgatorio o quien sabe si por los pasillos de este museo. En realidad, siempre han sido fechas de recogimiento y de visitas al cementerio. No obstante, hoy en día casi es más frecuente celebrar el Halloween de la cultura celta que es el 31 de octubre. Nos disfrazamos, vemos películas de miedo, las tiendas se adornan con brujas y telarañas… Halloween es el día en que supuestamente se descorre el velo que separa el mundo de los vivos y los muertos y los espíritus de los antepasados y otras criaturas vagan por la tierra esa noche. Para confundirlos y alejarlos se encienden hogueras, velas y se usan disfraces.
Esta festividad, independientemente de si celebramos Halloween o el día de todos los santos, siempre me ha dado un poco de miedo y me ha puesto triste. Cuando era pequeña, en el cole hacíamos unas velas de cartulina y cuando salíamos de clase ya era noche cerrada y todo estaba oscuro. No nos disfrazábamos de brujitas ni de esqueletos, ni había telarañas de adorno, ni calabazas con velas, ni truco ni trato. Era una fiesta austera, íntima y triste, y en este museo hay algunos cuadros que los encuentro muy apropiados para visitarlos en estas fechas, o bien porque me dan miedo o poque invitan a ese recogimiento y reflexión sobre la vida y la muerte.
Mi recorrido particular comenzaría en la sala 203 con “la comulgante” de María Blanchard. Siempre que me toca vigilar esta sala me quedo hipnotizada con esa niña vieja, triste, vestida de blanco, pero sin un ápice de ternura ni de inocencia. Esta niña me da miedo, podría protagonizar cualquier película de terror. El decorado tampoco acompaña, es muy feo, colores fuertes, agresivos e incluso en el cortinaje hay quien ve la cara de un demonio. Este cuadro siempre me desasosiega, no me gusta mucho, pero gracias a él me acerqué a la autora, sentí curiosidad por la mujer que lo había dibujado y la verdad es que su vida no deja indiferente a nadie. En el museo hay muchísimos cuadros de María Blanchard, pero muy diferentes a éste de la 203, otro día podemos hablar de ellos que es un disfrute contemplarlos.
Antes de seguir con el paseo quiero que recordéis una película que me encanta, DUNE, de ciencia ficción. Está basada en un montón de libros que escribió Frank Herbert a partir de 1965. Protagonistas indiscutibles de esta película son las Bene Gesserit, y son ellas a las quiero que recordéis antes de entrar en la sala que os voy a proponer. En Dune, las Bene Gesserit pertenecen a una orden femenina con poderes psíquicos. Son temibles y poderosas, una extraña secta de mujeres que controlan y ejercen el poder sobre los demás a través de la voz, ¿las recordáis? Sus vestimentas, sus poses, todo en ellas es solemne. Pues bien, si os acercáis a la sala 201.4 encontrareis un montón de fotografías y entre ellas están mis Bene Gesserit preferidas, las cuatro damas de Ansó que Jose Ortiz Echagüe fotografió en las primeras décadas del siglo XX en dicho valle oscense. José Ortiz Echagúe documentó de una forma muy artística costumbres e indumentarias de una época que se extinguía y estas mujeres retratadas me recuerdan a las monjas poderosas de la película, y una noche como la de hoy no me cuesta nada imaginarlas paseando por los pasillos del museo o bajando las escaleras del vestuario enfundadas en sus trajes blancos, mejor no tentar a la suerte y que la medianoche no nos sorprenda en el museo.
Siguiendo nuestro paseo dejamos atrás a las damas del valle de Ansó para sumergirnos en el universo de José Gutiérrez Solana. Sus cuadros son grises, marrones, tristes, de una España oscura que no podían faltar en este paseo de difuntos. La mayoría de los cuadros de José Gutiérrez están en la 201.3 pero hay uno en especial para este día de recogimiento que está en la 205.9 que se llama “la procesión de la muerte”, y pienso que tiene que ver con este paseo macabro que hemos propuesto porque nos recuerda lo fútiles que somos, que la muerte es inevitable y que nos está esperando. Se parece un poco a todos esos bodegones lúgubres del museo del Prado, los Vánitas (Vanidad de vanidades, todo es vanidad) con calaveras, relojes, guadañas y frutas podridas que animaban en el barroco a reflexionar sobre la vida, la condición humana y lo efímero que es todo.
Para terminar y alejar un poco tanta desolación me gustaría acabar volviendo a la primera sala de este recorrido propuesto, a la 203, y despedirme con mis tres brujitas preferidas que son encantadoras y que ojalá inspiren un poco de alegría a esa niña triste que está en esa misma sala y con la que hemos comenzado. Taruja, Rabina y Pitocha son las hadas que imaginó Delly Tejero en 1929 y a estas tres simpáticas brujas si que me encantaría encontrármelas en una noche como la de hoy….

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