En la antesala del Guernica se exhibe una tétrica pintura de José Gutiérrez Solana: La procesión de la Muerte que representa a un esqueleto con un ataúd bajo el brazo y una guadaña en la mano. A sus pies, dos nazarenos presentan al espectador sendos ataúdes con esqueletos infantiles. Esta imagen tan oscura forma parte del denominado arte macabro, aquel que se recrea en mostrar la muerte en su aspecto más descarnado y desagradable. 

 


Este tipo de imágenes surgieron en el siglo XIV, época de terribles calamidades: la Gran Hambruna, la Guerra de los Cien Años, la crisis religiosa y el consecuente Cisma de Occidente, la llegada de la Peste Negra… El pueblo, en contacto constante con la muerte, encontró en lo macabro un tema artístico recurrente. 

La protagonista indiscutible de estas obras es la Muerte en forma de cadáver animado. Su atributo más reconocible es la guadaña, aunque también puede llevar un reloj de arena, un arco, una lanza o útiles de carpintería. Con su sonrisa cadavérica, se ríe de los vivos que no tienen escapatoria. La muerte llega a todos por igual, sin importar el género, la edad, la riqueza o el estatus social. Con esta idea, en la Edad Media se desarrolló el tema artístico de la Danza de la Muerte, en el que la Muerte se lleva a personas de distinta clase social: el emperador, la monja, el niño… sin hacer distinciones. Quizá la pintura macabra más célebre sea El Triunfo de la Muerte de Brueghel el Viejo, actualmente en nuestro vecino Museo del Prado. 

 



Solana recupera este tema, introduciendo en la parte baja de la pintura dos calaveras, una con una mitra obispal y otra con una corona: ni religiosos ni reyes pueden librarse de la muerte. Varias cartelas subrayan el mensaje. En una de ellas se lee memento mori, es decir, “recuerda que eres mortal”, y en otra pulvis, cinis, nihil, que se traduce como “polvo, cenizas, nada”, el destino del cuerpo humano. 

En España Negra se describe el descubrimiento de la escultura de la Muerte de Gil de Ronza en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, una escultura en madera del siglo XVI que representa a la muerte como cadáver en proceso de putrefacción cubierto de gusanos. Esta escultura pudo ejercer una importante influencia en su pintura. El artista también pudo conocer el paso de la Muerte de Ateca, un paso procesional que se saca en Semana Santa en la ciudad aragonesa de Ateca que consiste en un esqueleto real, actualmente sabemos que es un esqueleto femenino, que lleva una guadaña en la mano. 

 

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Fuente: Domvs Pvcelae y goAragón


El arte macabro nunca llegó a pasar de moda, volviendo a aparecer en el Barroco con el tema iconográfico de la vanitas y en el arte romántico del siglo XIX, siempre ligado a momentos de crisis social, como una respuesta nihilista e irónica de la sociedad al momento histórico que le tocó vivir. Solana debió conocer muy bien la tradición del arte macabro, recuperando los temas medievales pero adaptándolos a su propio contexto histórico.

 

Irene Lázaro

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